Tears In Heaven – Lágrimas por mi niño…

Articulo dedicado a Eric Clapton y la trágica muerte de su hijo hace unos años, aunque he decidido publicarlo en este instante

 

Arcangel
galería cubanito cuentacuentos)

 Tears In Heaven – Lágrimas por mi niño…

Tremendo batacazo que la vida le arreó a Erik Clapton  https://es.wikipedia.org/wiki/Eric_Clapton

Para todo aquel que no esté al corriente, explicarles que a este genio del  rock se le murió una hija en trágicas circunstancias.

Se le cayó el bebito desde el balcón de un rascacielos. Tremenda tragedia la de este gran hombre. Pero pequeño hasta el infinito ante un drama como este.

Así reza en este breve pero muy veraz artículo que tomo de Mradio80 (en su día):

http://www.m80radio.com/2014/muere-el-hijo-de-eric-clapton-6834.html

En estos mismos instantes recurro a su música. Genio de la composición. Maestro. Canción tras otra. Extraordinario.

Lo hago extasiado y al aroma de un buen porro de hachís marroquí. El mejor reconocido en el mundo entero.

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Tan reconocido que en cierta ocasión un traficante que conocí en California (USA) me propuso cambiarme todo el hachís que fuese capaz de facilitarle al peso por cocaína pura.

Aquello me sucedió en una las muchas ciudades que hay en Los Ángeles, California: El Monte. Lugar en que la mayoría eran hispanos. Probablemente siga igual.

Todo un flipe. Un kilo de hachís a cambio de la misma cantidad en de coca. Así de fácil. Sin más problema.

Muy intrigado y bastante mosquetero le pregunta por la razón de tal interés.

Su respuesta fue escueta:

-It,s the best hash in the world my dearest cubanitoooo (es el mejor hashish del mundo querido amigo)

Mal asunto cuando un camellón te habla en tono tan cordial. Poco más o menos te está dando a entender que o haces “bussines” (negocio) con él, o mejor no lo hagas con nadie si es que lo has pensado. Exige su exclusiva en la movida.

Nada más lejos de mi intención en aquellos tiempos que la de trapichear con chocolate ni nada que se le pareciese.

Pero, cojones, el menda sabía que yo tenía cierta cantidad y o se la cambiaba, al menos parte, o me la robaba. “That,s the way it goes”…

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O trapicheas, o trajinas, o meneas. Ponle el sinónimo que más te agrade.

Así que mi menda lerenda, sin jamás haber planeado clavarme en un lío de ese calibre por esas tierras; pero poseedor de poco más de un cuarto de kilo de polen marroquí del mejor y que introduje por la frontera jugándome el tipo, y sólo para mi consumo personal, tuve que ceder.

Algo asustado.

Por un lado el miedo a los federales y una repentina irrupción en el apartamento del colegón. Por el otro que me pescaran con él. O a saber…

Toda una movida. Todo paranoia.

Cedí. No consideraba otra opción.

No le di chance a pensar. Fui raudo:

-Bueno, Art (así se llamaba). Está bien. Sabes de sobra que a mi esta chingada que es como ustedes le dicen a lo que yo jodienda, ni me va ni me viene. Sólo porque somos colegas te acepto un cambio de cien gramos. Y claro que sí brother, al peso. Quiero la coca. No me vayas a chingar o lo que es lo mismo joder a estas alturas de nuestra amistad. No te olvides de que soy el cubano. Tu amigo. Tu colega. ¿O.K? Aseveré.

-Y, aquí se acabó lo que se daba. Ok? Rematé.

Se levantó. Fue a su dormitorio. Tardó unos instantes. Pero al poco salió con cuatro bolsas de plástico de cuarto de onza cada una y de lejos me las lanzó. Con una puntería perfecta. O sea: cien gramos de la mejor coca imaginable.

Me soltó:

-Confío en ti Julito. Me traes el hash mañana.

Nunca más me volvió ni a pedir ni a proponer. Considero que se portó bien. Los mejicanos suelen ser, si se lo proponen, muy buenos en eso de extorsionar.

Supongo y a esa conclusión he llegado con el paso de los años que él lo único que quería era algo de hash para compartir y de paso vacilar con sus colegas. Creo que así fue.

Continuamos en nuestra cooperación dentro del sector inmobiliario y bien cierto es que siempre compartimos. Fuimos mucho de fiesta. Como buenos amigos. Muy buenos.

En cuanto al destino que le di a la coca, pues hazte a la idea estimado lector. Para qué extenderme en algo que está más claro que el agua.

Una sola observación. La cocaína no es nada buena. ¡Toma nota!

Y del chocolate… Pues cayó. Me lo fume. Y estaba rico, rico, rico…

Pero a lo que iba:

La muerte de cualquier hijo siempre es infausta.

Es anti natura. Y como es lógico, todo aquel que pasa por tan fatales momentos se siente impotente, y tampoco los suele superar. O, quizá sí. Pienso que no.

A lo largo de mi vida, he conocido a varias personas cuyos hijos murieron, igualmente de modo virulento.

Un caso que realmente me impactó, fue el de un par de hermanos que fueron asesinados. Vaya, acribillados a tiros y luego arrojados sus cuerpos en un bosque cercano para ser devorados por las alimañas.

También sucedió en California. Aparecieron por las lomas del condado de San Bernardido. Limítrofe con el de Los Ángeles.

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Casi en vísperas de Noche Buena. Titánico el golpe para aquella familia.

Conozco el cuento de cabo a rabo. Prometo publicarlo más adelante. Ahora, el espacio me limita.

El sentimiento que más pude apreciar en ellos fue el de frustración. También, en muchos casos el de arrepentimiento. Sentimientos de culpabilidad.

Nunca quise ahondar en la nostalgia de estas personas referidas.

Es duro. No se puede ni definir mejor, ni resumirlo más.

Cierro con la que a mi juicio ha sido la mejor composición musical de Eric Clapton.

Cierro tal como inicié.

Cierro con Tears & Heaven

Saludos a todos y gracias por vuestro soporte.

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